Aunque suene utópico, hubo una época en la que todavía no existía la televisión y las fotografías en blanco y negro tampoco es que fuesen del todo nítidas, en la que los hombres marcharon a la guerra y ellas empezaron a llenar los campos de fútbol.
Con el inicio de la Primera Guerra Mundial fueron muchos los hombres que tuvieron que marchar al frente, esto hizo que el número de jugadores y aficionados al fútbol descendiera y que llegasen a suspenderse las competiciones al terminar la temporada 1914/1915.
Era el momento de las mujeres.
A finales de 1914, ya eran más de 200.000 empleadas en el sector armamentístico. En las fábricas las ‘munitionette’, (así es como se llamaban las mujeres que trabajaban en las fábricas de munición de armamento británicas) empezaron a dedicar su tiempo libre y los descansos a jugar a fútbol y fue así como se acabó convirtiendo en un pasatiempo popular.

Avanzaba la guerra y el juego se fue formalizando entre ellas, incluso llegando a ser impulsado como un ejercicio bueno para la salud, el bienestar y la moral.
Empezaron a formarse equipos dentro de las empresas, uno de ellos fue el de la compañía Dick, Kerr & Co de la ciudad de Preston en Inglaterra que consiguió grabar su nombre en la historia como las Dick Kerr Ladies.
El hecho de que todos los días pudiesen practicar hizo que mejorasen su juego poco a poco. Tanto fue así que el administrador de la empresa, Alfred Frankland, decidió alquilar el estadio del Preston North End ‘Deepdale’ para disputar un partido benéfico.

El 25 de diciembre de 1917, día de Navidad, iba a disputarse el primer encuentro organizado: Dick Kerr Ladies – Arundel Coulthard Foundry. El partido fue todo un éxito, alrededor de 10.000 espectadores llenaron las gradas para ver el partido y apoyar la causa. El partido terminó 4-0 y consiguió recaudar 600 libras esterlinas para los soldados heridos.
La crónica del día siguiente del Daily Post recalcó lo siguiente:
“Sufrieron menos que sus rivales el miedo escénico y entendían mejor el juego. Su juego de ataque era sorprendentemente bueno y una o dos de las jugadoras mostraron un control del balón admirable”
Pero esto no quedó aquí. El equipo creció y llegaron incorporaciones de grandes deportistas con el objetivo de mejorar el juego. En 1918, Molly Walker fue la primera jugadora en ser transferida de otro equipo para jugar con las Dick, Kerr Ladies. Se mudó a Preston y en su debut metió el gol del 1-0 a las Barrow Ladies. Fue la primera de muchas que fueron fichadas para el fútbol y para la fábrica.
Las camisetas de rayas blancas y negras con el pantalón azul marino y su característico gorro empezaron a ser un referente en el fútbol, la gente quería ver a las Dick y abarrotaban las gradas de los grandes estadios: Old Trafford (Manchester United), Saint James Park (Newcastle), Anfield (Liverpool) y Goodison Park (Everton).
En este último, Goodison Park consiguieron nada más y nada menos que 53.000 hombres, mujeres y niños abarrotaran las gradas del estadio mientras otros 14.000 quedaron a las puertas de vivir lo que sería un hito para la historia del fútbol. Las 22 jugadoras de ambos equipos tuvieron que acceder a los vestuarios con escoltas policiales. El derbi que enfrentaba a las Dick Kerr Ladies contra el St. Helens Ladies terminó 4-0. Se estima que con la entrada al partido se llegaron a recaudar 3.115 libras, cifra que fue destinada a un fondo de beneficencia para los soldados heridos en la guerra.

La visión de la prensa había cambiado, se hablaba de calidad de juego y con respeto. Se destacó mucho la participación del tridente ofensivo de las Dick formado por Jennie Harris, Florrie Redford y Lily Parr, ésta última fue la lateral izquierdo del equipo a quién el Daily news definió como “una niña de 15 años con un chut de la fuerza de un jugador de Primera División”.
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